Descripción
No cabe duda que el modo como funciona la vida es impulsado por la causa y el efecto. Las causas constituyen un inmenso e infinito abanico de posibilidades que están disponibles para todos nosotros, en todo momento. Con nuestro libre albedrío, nuestro derecho divino a elegir, efectuamos continuamente decisiones que determinan el flujo del rio de nuestras vidas, el cual nos llevará a un resultado X, Y ó Z conocido como el efecto, o el destino. Analógicamente, así sucede con el milenario juego del ajedrez. La movida de una sola pieza, por ejemplo, el caballo, determinará una serie en cascada de eventos resultantes que nos llevará a un resultado, el cual también se determina por las mismas elecciones de los demás, en una telaraña intríncadísima de conexiones con todos los seres que cohabitan el planeta. Cada jugada puede tener efectos increíblemente trascendentes que bien la expectativa de vida no alcanza muchas veces a experimentar la cascada de eventos o efectos resultantes completa.
Las movidas de mis otras vidas, ¿serán pues mi karma, el cual me ha llevado a las circunstancias de vida que tengo hoy? En fin, hay tanto que juego, que no podemos siquiera ver todo el panorama como lo hace el ajedrecista, quien sí puede ver las movidas de todas las otras piezas, aunque ni siquiera éste puede prever lo que sucederá más allá de unas dos o tres movidas adelante. Solo Dios lo habrá de conocer.
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